Lo que podemos observar en la pintura de Ssel Cruz, en esta breve muestra de su trabajo, es la ausencia de los colores primarios. Su composición visual tiene que ver mucho con el espacio, donde los cuerpos encuentran ese vacío y el manejo de la teoría del color haya esa vertiente binaria de los colores opuestos como el negro-blanco, claro-obscuro, en que los colores claros emite esa luz que da el equilibrio entre materia y espíritu. Lo terrenal con lo sagrado, para buscar esa fuente de luz que nace con los trazos y brillos de su mundo. El buscado, el deseado.
Por ejemplo en este cuadro, podemos observar esa sensibilidad de la artista plástico al observar, explorar el curso de su cuerpo, en ese acto nace la luz, como un manantial de sensaciones que el espectador se ve obligado a imaginar. Lo suave de sus manos hayan un cauce, así, la luz refleja esa mirada, esa tibieza del cuerpo. Lo prohibido está en ese símbolo de la manzana, que representa el corazón de esa entidad vital parala vida. Lo erótico hace su aparición desde la posibilidad de la luz clara desplazando la oscuridad en el cuadro.
El rostro cubierto en sus tres cuartas partes, lo que sobresale es la luz que emite, como buscando un escape, y lo encuentra en esa mínima posibilidad de válvula. Este discurso pictórico está sostenido por esas burbujas de aire, vidrio, arena, tierra soplada, manejada para esa fortuna, la de comunicar su reflexión del mundo aunado al título, cae bien al que mira.
Un eclipse donde el ojo es borrado aparentemente, comido por la sombra oscura, pero lo protagónico de la luz logra desbordar esas sensación lúdica de lo negro. Así propone Ssel Cruz el color que borda y desborda el centro de lo visual, el movimiento estático haya en el espacio su círculo, el de prolongar el universo, reteniendo así a quien observa su trabajo. Lo híbrido del color claro-oscuro, revienta la imaginación al juego de la luz. El pez, el cuerpo femenino son el complemento para esa imagen cuyo colorido semeja al océano, ya interior de quien trabaja esas líneas. Límites de la esperanza con su entorno.
La importancia de esta imagen, no es la historia del personaje, no, es quizá esa admiración por la vocación de ser ante el mundo. Veamos aquí el reinado del pincel, al corroborar que el dibujo es algo cardinal en las líneas y contornos en su producción reciente de la pintora, para expresar mediante el blanco y el negro su visión particular del manejo de sus materiales; así la armonía de la luz se convierte en ese discurso maleable de la pintura con el ambiente de ese escenario. Forma y contenido discurren, dialogan para manifestar ese sentido, el del abismo, en que, visión y tiempo conviven de manera peculiar en el pincel de nuestra amiga residida en Pachuca, la bella airosa. Algo de ese sitio permea -quizá – en el balance pictórico de Ssel Cruz. Aquí su visión del mundo en una muestra mínima de su trabajo con los materiales que le dan esa proporción entre elemento y espíritu, cuerpo-sombra, luz en la pintura.
SSEL CRUZ. Artista empírico. Un ser del mundo. Originaria de tierras toltecas. Nacida en la década de los ochenta. Actualmente radica en la Bella Airosa. Dedica su vida y tiempo a la creación.
La contemplación ha sido mi maestra. El delicado espejo del horizonte mi anhelo, «physis la hermosa» y la bondadosa dedicación, generosas me otorgan el derecho a la calma y a la alegría de la creación.
Esto es lo que se hace presente en mi obra, fluye entre un dibujo y otro, y de un cuadro al siguiente…
Es a través de los distintos materiales, de las gamas del color, de la luz, de la oscuridad y de sus infinitas combinaciones que abren caminos hacia lo que nunca he dicho y hacia lo que me falta por sentir.
Experimentando lo arriesgado de un trazo, abusando de las formas, de lo negro y de lo blanco.
Deleitándome del encanto del misterioso y maravilloso espacio…
«EL ARTE ES MI BRUJULA». Ssel Cruz.