José Ángel Leyva (Durango, 1958). Poeta, narrador, periodista, editor y promotor cultural. Ha publicado más de 15 libros, entre los que destacan: Botellas de sed (1988); Catulo en el Destierro (México 1993 y 2006; Francia, 2007; Colombia 2012). Entresueños (1996); El Espinazo del Diablo (1998); Duranguraños (2007); Aguja (España, 2009; Italia, 2010; México-Quebec,2011), Habitantos, Colombia 2010; Cristales Sólidos, Colombia, 2010; Carne de imagen (antología, en Monte Ávila, Venezuela, 2011). Tres cuartas partes, Mantis, 2012, Serbia, 2015; Destiempo (antología personal, Col. Poemas y Ensayos de la UNAM), 2012. En el doblez del verbo, Caza de libro, Colombia, 2013. Ha publicado además novela, ensayo, periodismo cultural, crítica literaria y de Artes Visuales. Su obra ensayística más reciente es Lectura y futuro, Fondo Editorial de EDOMEX, 2015. Libros suyos han sido traducidos íntegros al francés, italiano, inglés, portugués, serbio y parcialmente al polaco y al sueco. Actualmente es director de publicaciones de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Es también coordinador del proyecto Editorial de “Mi voz que madura”, La poesía Iberoamericana a través de sus poetas.
Buena mañana, maestro José Ángel Leyva, esta entrevista realmente es sobre el quehacer del escritor, su manera de ser, su forma de actuar, de ver a su alrededor. Ese mundo cotidiano que para los lectores será, descubrir su entorno, así como apreciar la literatura desde el pulso de quien escribe.
EC: Al escribir, ¿cómo es ese acto, en tu caso, doloroso, feliz, siniestro, gozoso, sádico? Cuéntanos.
JAL: Escribo sobre todo como un acto de salvación, de sobrevivencia, de ruptura con el horror estacionario del aburrimiento. Los estados de ánimo en el acto de la escritura son circunstanciales y difieren según la emergencia de su expresión. Es decir, la poesía puede ser una experiencia dolorosa y purificadora, extásica y de iluminación, sublime. Casi nunca me ha tocado escribir poesía bajo los influjos de un estado de euforia o de celebración, pero he tenido momentos de desahogo y de alivio, de ligereza. La narrativa suele provocar otro tipo de emociones en su proceso: de curiosidad, de inventiva, de picardía, de alegría y hasta de diálogos constructivos con uno mismo o con alter egos, de descubrimientos gozosos. Obvio, también puede obligarnos a transitar por pasajes lastimosos y dolientes. Me gusta escribir narrativa más como un recreo que como una exigencia o encuentro espiritual. La crónica me provoca semejantes estados de ánimo, con la diferencia de que el género me obliga a no fabular, sino a restringirme y elaborar los relatos con el material de la realidad y las herramientas de la literatura. El ensayo me gusta porque es un ejercicio intelectual donde juegan la memoria y el ingenio, las lecturas en su estado original y las lecturas en la perspectiva no del escritor sino del lector crítico y de quien pretende aportar una nueva lectura de la realidad. La emoción intelectual al servicio del juego racional.
EC: Sabemos que escribes poesía, cuento, novela, ensayo, eres editor, coordinador de antologías y promotor cultural. ¿Por qué has abierto otros géneros literarios con tu pensamiento, si la poesía es tu base escritural, claro, también has abordado el periodismo? Cuéntanos.
JAL: Concibo la escritura como una herramienta y como tal un oficio, no exento de poder, como se ha intentado vender. La escritura es un instrumento de seducción y de dominio, no es inocua en ninguna de sus formas, ni siquiera en el de la poesía. La literatura es un producto estético, pero también un poderoso recurso de transformación. Si no pregúntemos: ¿por qué las tres grandes religiones monoteístas tienen en el centro de sus interpretaciones y sus acciones a los libros sagrados? Libros que echaron mano de la poesía para convertirse en el misterio que representan, y también de sus creencias.
Para mí el discurso escritural se construye de manera transversal y no vertical. Depende la destreza de cada escritor, de sus cualidades y de su disposición a la lectura. Hay escritores, por ejemplo, que leen esencialmente poesía, y lo demás es una acción obligada de información para dar clases, ejercer el periodismo, o cualquier otro oficio que les permita vivir, pero su atención central será la poesía. Hay narradores que jamás leerán un libro de poesía, no sólo porque no les gusta, sino porque no son capaces de entenderla o de sentirla. Ignoran tal vez que la poesía es indispensable para mejorar su escritura, pues la poesía está en el corazón de la prosa. Los hay que leen sólo libros científicos, ensayísticos o periodísticos, nunca literarios o de ficción, ni de poesía. Pero los hay quienes amamos todas las buenas lecturas, incluso las historietas. Eso sí, detestamos la mala escritura, la escritura facilona y banal. Resumiendo, la lectura y la escritura son instrumentos del pensamiento, de la comunicación, de la memoria, de la imaginación, del sentimiento y podemos usarlas para expresarnos en cualquiera de sus géneros literarios; científicos o periodísticos. Pero como en todos los oficios cabe esa frase tan pertinente: “zapatero a tus zapatos”. Mi naturaleza inquieta me lleva a ejercer con mucho amor y pasión todo lenguaje que me llama. El tiempo dirá qué tan bien o tan mal lo he hecho.
EC: ¿Por qué la poesía en tu haber literario?
JAL: La poesía es una especie de compañía con la que me negaba a estar y con quien nunca pude dejar de estar, de quien no creo separarme más porque me descubrí en ella y de ella me vi nacer. Reconozco que no la comprendo bien, no la entiendo, no la logro pronunciar como la siento, no por ingratitud o desapego, sino por incapacidad para aprehenderla, de dominar su misterio. Pero me siento un afortunado de haber renunciado a todo por ella.
EC: ¿Con qué otras artes se siente más cercano?
JAL: Con el arte en general. Pero con las artes visuales y la música me siento más cercano, particularmente con las primeras.
EC: Define, ¿qué es la inspiración?
JAL: La otra parte de la respiración, no contraria, sino complementaria de la expiración.
EC: En tu caso, ¿cómo la transformas? ¿Crees en ella?
JAL: Creo en la vida, en la respiración, que tiene, como el corazón, dos momentos indispensables, la sístole y la diástole…, inspiración y expiración, dormir y despertar, son movimientos dialécticos y dialógicos de la vida. Creo en el compromiso, en el trabajo, en la entrega, en la perseverancia, la disciplina, la búsqueda. Y sí, hay instantes de revelación y epifanía que son provocados por la experiencia, la sensibilización, la disposición y la capacidad, desarrollada, para entender y entrar en esas señales del camino que llevan a otros senderos y horizontes. Pero de nada sirve la inspiración si no te respalda la expiración, si no hay una respiración sostenida que te ayude a dar a luz.
EC: ¿Cita a tres autores que hayan influido en tu creación literaria?
JAL: Es una pregunta muy difícil, de las que dan ganas de no contestar, porque es injusta, con tantos libros que han nutrido la escritura personal. Pero, bueno, diría que en mi juventud fueron determinantes lecturas como la Divina Comedia, de Dante, Los sonámbulos, de Arthur Koestler, Crimen y Castigo, de Dostoievski. Pero a lo largo de mi vida hay libros determinantes y autores esenciales.
EC: ¿El Quijote, crees que tenga cierta presencia en tu obra, si es así en cuál?
JAL: No creo. Sólo lo veo en mi formación como un referente cultural; a veces más simbólico que, en realidad, una presencia literaria. Es más que nada un libro emblemático, una obra estandarte que nos enseña la permanencia de una obra y su sentido vital, donde el humor es la llave de la sensatez.
EC: ¿Qué proyectos personales te han dejado más satisfecho?
JAL: Mis libros de poesía.
EC: ¿Describe lo que estás leyendo actualmente?
JAL: Acabo de leer El lugar más lejano, un poemario muy potente de Lasse Soderberg, Sumisión de Michel Houellebecq, y en este momento leo, por primera vez en su idioma, el francés, a Patricq Modiano, L´herbe des nuits (La hierba de las noches). Tres libros completamente diferentes, pero unidos por la calidad de su escritura, de una gran talla literaria.
EC: ¿Cita tres autores que recomiendes por lo trascendente de su obra?
JAL: Juan Gelman, Antonio Gamoneda, Antonio Cisneros, porque se me viene a la cabeza sin pensarlo mucho.
EC: ¿Cómo ves la poesía actualmente, es decir, la escrita en la actualidad, en México y Sudamérica?
JAL: Me parece que la mejor poesía de habla hispana se escribe en el continente americano, sin demeritar a los otros continentes y a las otras lenguas, donde hay grandes autores. Pero es verdad, América Latina mantiene una relación auténtica y amorosa con la poesía, quizás por su pobreza y sus dificultades económicas que aún la colocan al margen del mercado, no obstante sus estándares de lectura. Pero hay un sentido de esperanza en las palabras.
EC: ¿Qué recomiendas leer en este otoño?
JAL: Lo que a cada quien le guste y lo que se acomode a su edad lectora. Me refiero a su desarrollo como lector. Pero si de recomendar se trata les recomiendo la obra de los autores que he mencionado en esta entrevista.
EC: ¿Cómo ves la cuestión política del país en estos tiempos de cambios?
JAL: Desafortunadamente veo un deterioro moral y cultural profundo en nuestro país. Sé que en gran medida es la ignorancia a la que se somete a la ciudadanía, la manipulación de la educación para mantener el dominio en las conciencias. Por eso me duele más sabiendo que poseemos una masa crítica y un volumen importante de intelectuales que podrían desatenderse un poco de su confort y arriesgar un poco en favor de este país, de esta sociedad. No estoy de acuerdo con la gente que opina que ser crítico de la política mexicana y su democracia sea disminuir la grandeza de México. México es muchas cosas más que un mariachi, un traje de charro, un equipo de fútbol, una mala televisión, telenovelas o el espíritu patriotero que aprovechan los malos políticos, o sea casi todos, para hacerse de un hueso que nada tiene que ver con el amor a su patria y a su gente. No veo líderes y colectivos políticos que en verdad luchen por el bien de una nación, de un porvenir, sino la pelea y el pragmatismo más mezquino para cumplir con sus ambiciones personales o de grupo. Veo mucha frustración, mucha impotencia, mucho cinismo, crueldad y sí, un país que no se merece a quienes no tienen un momento de valor y de honestidad, de compromiso para dar un poco de lo mucho que representa ser mexicano: dignidad y nobleza. No soy optimista, pero tampoco me dejo llevar por el pesimismo, realista tal vez e indignado. México es mucho más que esa lacra que le pudre las entrañas y sanará, por el bien de todos.
Acabamos de leer y escuchar en voz del poeta su pensamiento, su manera de ser con la vida y con su entorno. Gracias José Ángel Leyva, por tus palabras, de purificación, palabras de aliento, palabras tan próximas a nuestro sentir.
*Entrevista realizada por Eduardo Cerecedo para Gráfico de Xalapa, el 25 de septiembre de 2016.