Otra lectura de la entrega de los Óscar

por Alba Laura Bojórquez

Más allá del tema Yalitza

Este año, durante la entrega de los premios a lo mejor del cine del 2018 por parte de La Academia de Artes de Estados Unidos, se hizo patente un discurso sobre la inclusión racial. Fue el caso del ganador a mejor actor principal Remi Malek, quien parecía pedir no ser excluido de este ambiente de multietnicidad al mencionar en su discurso «yo también soy hijo de migrantes egipcios». Tiene sentido por partida doble, si tomamos en cuenta que su personaje en la película Bohemian Rhapsody es ni más ni menos que Freddie Mercury, famoso vocalista de la banda de rock Queen, e hijo de inmigrantes Indúes. (Mámaaaa!!!!! Huuuu huuu…)

Diego Luna llegó como presentador de la película mexicana Roma, e imprimió el sello latino de la noche al pronunciar varias frases en español. Entre ellas: » ¿Qué…? ¿Ya se puede hablar español en los Óscar?». Previamente Javier Bardem, actor español, había usado el castellano para presentar el premio a mejor película extranjera. Estos actos de dulce rebeldía, fueron muy celebrados en las redes sociales.

Otro de los episodios patentes sobre este discurso de aceptación de la multiculturalidad, envuelto sin duda en gran civilidad, y buen humor; fue el que protagonizaron dos personajes de esa noche con sus discursos incendiarios. El primero por parte del director Spike Lee al recibir el Oscar a mejor guión adaptado por la película El infiltrado del KKKlan. En su discurso se refirió según sus propias palabras a la historia de esclavismo y genocidio en Estados Unidos. Su película, por cierto, tiene un final que varios críticos han calificado de genial. El segundo de los personajes fue el Senador demócrata John Lewis, quién presentó la película Green Book haciendo referencia a la lucha por la igualdad de los derechos raciales del que él fue parte y víctima histórica.

Fueron tres películas nominadas las que abordan historias de la lucha de los ciudadanos afroamericanos de Estados Unidos. El infiltrado del KKKlan, Green book; y Si la colonia hablara. Esta última aborda, la lucha de una familia de mujeres por tratar de sacar de la cárcel a uno de sus miembros.

Dada la tendencia que imperó en la entrega de premios, el desenlace lógico era que alguna de ellas ganara el Óscar a mejor película. And the Oscar goes to… Green Book fue la ganadora. Este film toma su nombre de la guía de viaje que existió para la gente afroamericana de aquellos años (1962) la cual tenía como propósito señalar lugares de hospedaje y restaurantes que estaban autorizados a usar, dada la segregación racial que se vivía. Recordemos que esto finalizó hasta 1974, cuando el presidente Lyndon B. Jhonnson, después de varios hechos sangrientos, aprueba las reformas relativas a los derechos de igualdad civil.

Hubo otros discursos sociales que la Academia decidió premiar este año, como el caso de la lucha feminista en contra del tabú de la menstruación que aún se presenta en países como Paquistán. El film Period. End of sentence, obtuvo el premio Óscar a mejor cortometraje documental. Por cierto, este corto tiene en común con Roma que fue Netflix la plataforma que los financió, y donde se exhibió en un primer momento. Es un paradigma que han roto esas dos producciones, y que ha causado todo un debate internacional sobre si es considerado cine aquello que primero se exhibe en una plataforma de streaming.

La noche del 24 de febrero transcurrió entre estos hechos, y solapada por la música que tanto sirve de anestesia; especialmente el momento más esperado donde Lady Gaga cantó a dúo con Bradley Cooper la hermosa canción Sallow de su película Nace una estrella.

La crítica internacional ha entendido que hay temáticas que son, y seguirán siendo las que más conmueven a Hollywood. Sus favoritas han probado ser: los musicales, las películas biográficas de superación personal, las que tocan algún tema de política doméstica, las de amistad, las de época y guerra. Pero este año como en 2001, indudablemente quien dominó el escenario fue el llamado black power.

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