Bazar de asombros. La Jornada semanal.
22 de marzo de 2009
Kilómetro cero, la reunión de libros de Jorge Valdés Díaz-Vélez parte de la obra ganadora del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, La puerta giratoria y culmina con Los alebrijes, el poemario que recibió en España el Premio Miguel Hernández. En ella transcurre un periplo poético que nos habla de la constante ascensión del trabajo de Jorge, miembro distinguido de ese gremio de diplomáticos escritores que han hecho del viaje una forma de vida, y que se hermanan sin poner reparos con los artistas de los países en los que van pasando momentos fundamentales de sus vidas.
El arraigo y el desarraigo son el constante vaivén de esas vidas capaces de parar sus tiendas en cualquier valle o cualquier desierto, y de celebrar los paisajes físicos y humanos que se extienden ante sus ojos. Son muchos los nombres de los integrantes de ese gremio. Vale la pena recordar a Nervo, Rebolledo, Owen, Tablada, Usigli, Paz, Torres Bodet, Maples Arce, Fuentes, Pitol, Del Paso… y más y más. En la actualidad, el gremio está representado por Leandro Arellano, Andrés Ordoñez, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Alejandro Pescador y Alejandro Estivill. Sobre sus espaldas y plumas llevan el peso de una tradición que ha sido importante tanto para las letras como para la actividad diplomática.
Recuerdo a Rodolfo Usigli con especial afecto. Pasaba por Londres y me citaba para que cenáramos en un restaurante turco de Chelsea. Al terminar nos íbamos al vestíbulo de su hotel y se ponía a leerme lo que había escrito en los últimos meses. Los comentarios fluían libremente y la jornada terminaba con la lectura de su Prólogo del gesticulador. Ahora lo leo de nuevo y me sorprende su notable actualidad. Seguimos siendo un país de gesticuladores y una buena parte de nuestra vida pública es una mala farsa.
Rebolledo fue un diplomático profesional de ejemplar seriedad. Me contaba su hijo, residente en Oslo, que su padre en sus ratos libres escribía los libros que componen su anchurosa obra, y que contienen algunos de los poemas eróticos más intensos de nuestra literatura. Pitol es un buen ejemplo de escritor cosmopolita. Sus constantes viajes le entregaron los temas que forman lo esencial de su obra. Por otra parte, sus muchas lecturas influyeron determinantemente en la creación de su estilo, de su insuperable manera de decir las cosas.
Cuba, Argentina, España, México, Estados Unidos, Costa Rica, Torreón, Saltillo… son muchos los lugares en los que Jorge ha vivido, cumplido puntualmente sus tareas (“A mi trabajo acudo, con mi dinero pago”, decía Machado) y realizado su labor creativa en la que le va la vida de por medio. Su Ítaca es, sin duda, Coahuila. Por “bosques y espesuras” lleva sobre los hombros esa región de desiertos, oasis y espejismos, y atesora los momentos iniciales de su amor por la poesía.
El viaje y el amor son los temas esenciales de una poesía que encontró su forma de decir las cosas y de acercarse a la vida y sus contrastes con ojos deslumbrados, pero también con sosiego y con esa sabiduría que es mayor cuando se ha poetizado. “En donde diga brisa, ciudad que me abandona”, dice este viajero desde la terraza de su madurez poética y, como Leopardi, bajo las vagas estrellas de la Osa Mayor contempladas desde la terraza de la casa paterna.