SOBRENOMBRE
A Primo Mendoza
Cuando me dices que soy rara
me señalas como si fuera una hierba
desconocida por botánicos.
Un alebrije resucitado
con pecas fosforescentes
una sosa amalgama de cartón
con alma burda de alambre.
La deformación la completa tu mirada.
En ella soy alguno de los sobrenombres que inventas a diario.
Tal vez espero emerger como una protesta con escamas
brotes torcidos de puro hartazgo.
¿Qué calor vienen con tu cercanía?
Intermitente cuando te molesta
la cacariza faz que también llevo oculta.
Cuántas muecas y risas me trae tu ironía
cuando Alan Poe reencarna en ti
sin su rabia.
Cuando atiendes a la caricia que le doy a tus cabellos
ebrios de delirio
sobrevienen entonces mejor sobrenombres:
que si soy Aura
mejor Lee
y cuando abriste la puerta que no debías
notaste que sirena también soy.
Así me buscaste alquimista
como mutación incomprensible me amaste
traduciendo pacientemente
ese lenguaje de cripta
el canto fugaz del ave raris.
El exotismo más evidente
gran zahorí
el que otros sin tacto me reclaman
es el gusto kitsch que exhibo
al preferirte.
MUSA
A Lolita mi madre
Siéntate
si estás en movimiento no contemplo tus matices.
Detén tu batir
no puedo alcanzarte.
No pienses no digas
sólo respira.
Calla para describirte
baja un momento del pedestal
retira tú nimbo que me ciega.
Si no te aquietas empezaré el poema sin ti.
¿Qué puede temperarte?
¿Qué te tranquilizaría?
Destierra la creencia que moviéndote
cambiarás mi destino.
Es hora que sepas
que solo aceptaré
que seas mi madre.
LEERNOS
A Paola mi hija
Cuando te extiendo una negativa
recibo alguna de tus adolescentes muecas.
Leo la contracción de tus ojos
el reflejo de un destello fragmentado
la humedad uniforme del párpado
el poema en braille del tú iris
abismo color miel que se dilata
que se sombrea bajo las pestañas rubias
entonces la sonrisa tensa
en el borde extremo del labio
busca
como niña asustada
la aprobación de los míos.
DE NO VERLES
A los ojos les sienta mal
posarse en el punto del que no se escapa.
No mirar algunos versos
como que mi cuerpo no fue a dar a la luz anunciada
sino a un aborto espontáneo.
Hemorragia tan negra que no se detuvo
como el azoro de sentirme mutilada.
Es mejor que apenas adivine
la cartografía del archipiélagos de lunas
donde aguardan los hijos que mueren en el vientre.
Innumerables
posibles nombres que esperaron el bautizo.
Por las noches piden la leche estelar
bajan por el calcio endurecido de mis senos viejos.
No puedo mirarlos con los ojos de ahora
es con el correo puntual de los sueños
cuando me entero de su humor y de sus cuitas.
Los hijos del calendario detenido
mis espíritus eternamente pequeños.
MILAGRO
A Omar
Le pregunté a Él diseñador del universo por tí:
de éste lado de la dimensión
en el tejido de la incertidumbre
en la progresión de la entropía
sin considerar los multiversos
donde también otra traición puede tender su tejido
¿Habrá tiempo para otro amor?
EL PARAISO DE MI PADRE
Doctor Alberto Bojórquez
Fui a visitarte a tu tierra
me recibieron los viejos libros
con las mismas verdades renovadas
me dieron un apretón de polvo en las manos.
Cuánto insistías hace años que me quedase.
Tal vez antes de conocer mi voz definitiva
de ver mi piel blanca
me imaginabas de canela agrietada
como tu piel gruesa de rana
curtida por la sal
resistente a los zancudos de verano.
La corriente de brisa de la playa refresca por las noches
el porche de los grillos olvidados
que repiten los mismos cantos.
Pero los rostros de entonces
que ahora vuelvo a ver
con su tez dorada de indiferencia
con su acento grave y golpeado para pedir por nada
le recuerdan a mí espíritu fuereño
la arraigada volatilidad que llevó en los genes
la prohibición personal que me hice
de volver aquí.
Te he dicho:
hace falta un jazmín en el patio de atrás
nosotros hacemos falta en tú sequía.
Pero debo decir ahora
cuánto imagino lo sola que debe parecer la ciudad
cuando te ausentas.
El hollín que expira el viejo ingenio azucarero
debe descender más silencioso
cuando no esta tu blanca guayabera y tus canas
para recibir la almibarada nieve negra.
La memoria como aquel cerro
custodia una leyenda
¿Sabrá de tus modestos recreos de pelota?
¿Sabrá la cuadrícula generosa de tu ciudad
lo incondicional le que eres?
Que mi padre recorre el fértil valle de su tierra
en su viejo auto.
Ana Laura Bojórquez Almazán (ALBA son sus iniciales)