Fiel de amor, fidelidad a la poesía. Un atisbo a la poesía de José Francisco Conde Ortega

por Isolda Dosamantes

José Francisco Conde Ortega, es lo que se llama un maestro, un guía. Lo conocí en su cátedra sobre Poesía Mexicana del Siglo XX, Efraín Huerta, Rubén Bonifaz Nuño, Marco Antonio Campos, Alí Chumacero, por citar algunos, eran algunos de los poetas que revisábamos y disfrutábamos los días en que, desde un aula de la UAM Azcapotzalco, se iluminaba el mundo.

En esos años, yo iba a la Ciudad de México, antes D.F., desde Apizaco, Tlaxcala; y después de ellas me regresaba para llegar a casa en las madrugadas, libre y feliz. Las clases eran siempre disfrutables, enriquecedoras. Recuerdo como nos presentó la poesía erótica de Efrén Rebolledo, de Tablada, la pasión con que leía la “Muchacha ebria” de Huerta o “Amiga a la que amo: no envejezcas” de Bonifaz Nuño, no cabe duda que además de haber bebido de la poesía en otras lenguas, su avidez lectora de la poesía escrita en español, su atención hacia cultura popular y a los poetas mexicanos, se ve irradiada en su obra.

José Francisco Conde Ortega, nos ha entregado en cada uno de sus libros poemas que son el reflejo de un hombre de su tiempo, encontramos entre sus temas el festivo amor hacia la vida, el canto ceremonial a la mujer, al vino, al tabaco, a los placeres que llevan al hombre a la dicha terrestre, al vuelo.

Conde Ortega, además de ser un hombre generoso con sus alumnos, a quienes les comparte no sólo títulos, autores, sino, el entusiasmo por la palabra, por las letras a través de sus crónicas, en los cuentos, en esos ensayos que abren caminos hacia nuevas lecturas: es un gran poeta, ejerce todas artes del oficio, es una de las grandes voces de la literatura en nuestro país.

Uno de sus libros, Fiel de amor, publicado en el 2009 por la editorial Praxis, nos muestra ese manejo de las palabras, de los ritmos que se enlazan para hacer versos que llevan al lector en un canto que envuelve, que lo hace imaginar las escenas de amor, en que el erotismo y la seducción van tomados de la mano hacia el festejo ceremonial de la vida.

José Francisco Conde Ortega, nos advierte al inicio del libro, que estamos ante poemas de amor que celebran a la mujer, a la comunión de los cuerpos y hace referencia a la forma y al rigor del oficio poético; sin embargo, esto del rigor lo lleva hasta sus últimas consecuencias en los poemas, cada uno de ellos con una musicalidad que va de la mano con el significado de los poemas. Un ritmo que envuelve a lector y lo hace danzar en el imaginario.

El libro de poemas comienza con el poema Celebración y termina con uno del mismo nombre, la fuerza rítmica de sus versos la encontramos a lo largo de todos los poemas, por lo que, al leerlo, terminamos con música rondando nuestra mente, nuestro oído. Inicia el libro:

“Tomo tu cuerpo en la mañana

como la fruta más duce de la mesa.

 

Sonríes entre el sueño.

Afuera la primera claridad espera.

…”

 

Apenas cuatro líneas, que nos muestran, el manejo del verso, sus acentos precisos y también la imagen poderosa de las frutas y su símbolo de lozanía, madurez en su punto, frondosas en la mesa comparándola con el cuerpo del ser amado, e inmediatamente después, con el lector imaginando, lo regresa de la evocación a otra imagen, a la sonrisa del ser amado y aún más aterriza al lector a la “primera claridad” del día.

Estas dos características, la musicalidad, diría Enrique López Aguilar en la contraportada, trovadoresca y las imágenes, dan unidad, durante todo el libro, a las emociones; a las emociones que festejan la sonrisa, el cuerpo, la juventud, la mirada, con una posición esencial, que hay en de Fiel de amor, un festejo, del amor, de la mujer, de la palabra.

“Presagio”, “Vigilia”, “Licor”, “Sueño”, “Silencio”, son títulos de 54 poemas que nos brinda Fiel de amor, cada texto con su forma, ritmo, claridad, seducción. Poemas que tienen el eco de los clásicos, de la cultura poética mexicana, en su poema “Codicia” por ejemplo encontramos un culto al erotismo, lleno de un ritmo que eleva al lector a la sobriedad elegante de un culto:

“Con un beso comienza

la ceremonia más dichosa:

un rito para oficiarlo juntos.”

 

Estos elementos, del amor, la urgencia, el cuerpo y su erotismo, están rodeados en este libro, con pequeñas ventanas hacia la realidad de una época, de una forma de vida, de un lugar: la ciudad. Encontramos así la importancia de la casa, las ventanas, el lugar con el poema “Vivimos al Oriente”, que nos sitúa en la ciudad de López Velarde, el tiempo, donde septiembre es el mes del amor y octubre aún bebe de los licores. Los placeres, un canto al erotismo desde lo más sencillo, desde las sensaciones, baste un poema para sentir la prisa de leerlo todo, pero que difícil resulta elegir un poema de un libro colmado de fidelidad a la poesía. Podría elegir “Vigilia”, “Refugio” o “Sandra”, vayamos pues al poema “Dibujo” como muestra final de este libro imprescindible: Fiel de amor, escribe Conde Ortega:

 

“Aprendiz de escorzos,

aprendo a dibujarte

cuando repaso tus líneas de memoria”.

 

Isolda Dosamantes

Invierno de 2010

 

Conde Ortega, José Francisco, Fiel de amor,  Praxis, 2009.