Soplo de ceniza. Una premonición y sorpresa

por Uriel Delgado Méndez

Es imprescindible en alguna biblioteca, librería o colección; que  se diga como tal, un libro del poeta Eduardo Cerecedo. Un poeta de calidad mundial que por cualquier rincón, por donde pasa el poeta, se le aclama por su rigor y belleza poética y otra joya a la literatura mexicana de este siglo es Soplo de ceniza, donde la visión del poeta cambia, no en esencia, sino en óptica, desde un cristal sombrío donde el manglar se cubre de noche y se viste de gala para recibir el soplo de ceniza.

Sin duda alguna, este libro es una premonición de sorpresa, pues nace el mismísimo miércoles de ceniza cómo un augurio de prosperidad y  saciedad ante la ofrenda de estos versos  donde el soplo ya no es de vida.

 

El autor en esta pieza maestra busca el brillo en la noche, la luz en la oscuridad, con la fuerza con la que David venció a Goliat. Busca desesperadamente respuestas ante la oscuridad de la noche, preguntándole al follaje, a los caudales, a la lluvia de marzo y a las flores ¿Cuál es el misterio que brota cuando la luna se asoma? Pareciera que de día son una vida y de noche una muerte que con los versos de Eduardo Cerecedo reviven cada vez que se lee.

 

Cito “El amor es una trampa de acamayas” Las acamayas son como la cruza de un camarón con una langosta, no tengo el placer de haber probado su sabor, pero en palabras del autor son deliciosas como el amor. Y las acamayas son como el amor, uno debe de ser sigiloso, hábil y paciente para atrapar tan exquisito manjar.

 

Y lo aquí escrito avanza, como los versos a la noche, noches sinónimos de encuentro, de complicidad y misterio. Noches jugando con el tiempo, martes, jueves, miércoles, es indiferente al día y amiga del vacío. El autor en este libro cubre cada página con un velo de curiosidad ante el cosmos, y pone cristal a una mirada más allá de la negrura de la noche, un latido más allá del pulso.

 

Soplo de ceniza, es sin duda un poemario que expone un flanco sensible y suspicaz del alma de Eduardo Cerecedo, es como si su niño interno vistiera de negro y en su curiosidad por lo que hay más allá de la noche, más allá de como la madera crece trazara una senda hacia lo desconocido, hacia el lado B del casette. Es exquisito leer el equilibrio perfecto entre lo tétrico, lo dulce y lo mortuorio en Soplo de Ceniza en contraste de versos de poemarios pasados donde se celebra con alcohol, se extasía con el manglar y funde el amor con el  erotismo.

 

Contrastes que uno puede mirar en el siguiente verso cito “hoy pido la frescura de las rosas en la mordida al cuello, la fiebre mantequilla en lo dulce las hormigas”

 

En esta delicia de versos el tiempo es un ingrediente fundamental, nacemos con premura del tiempo, y aquí lo escrito avanza, avanza como nuestra vidas llenas de noche y en caso del autor llenos de selva, llenos de naturaleza. Eduardo Cerecedo es un genio al hablar de la naturaleza, pareciera ser que habla con ella, que cuando se creó se hizo al ritmo de sus versos. Las piedras, el agua, la humedad, la lluvia, estanques de nubes, noches líquidas para beber, hierba que cubre la lengua, mares de estrellas y así el poeta en su labor de ser Dios purifica y crea a partir del poema su mundo, un mundo que nos comparte como creación literaria pero abarca más allá del alma en la sensibilidad que uno guarda en la noche.

Cito.

Poema ( XIX, p. 31)

En Soplo de ceniza hay pequeños soplos de amor, un amor que se entiende desde la conjugación de los elementos naturales a los elementos carnales. Cito:

XXVII  ( p. 39)

Y así como este poema nos encontramos a lo largo del libro, destellos de luz con ritmo en sístole del corazón. Un amor de canto de aves, de susurros de ríos, de soplos de ceniza.

 

Eduardo Cerecedo, Soplo de ceniza, Departamento de literatura, Textos de Difusión Cultural, UNAM, 2019. Serie Poesía. (88 pp.)