El artista anónimo
Finlandia 2018
El personaje principal, Olavi (Heikki Nousiainen) nos permite mirar de cerca la complejidad de un hombre de ochenta años, quién aún mantiene con muchas apuraciones financieras una galería de arte a la cual parece haberle dedicado toda su vida y atención.
A diferencia de su amigo más cercano, Olavi nunca creyó en las modas del arte en la pintura. Conocedor de su materia de trabajo, toma decisiones basadas en una intuición aguzada para dar un giro a su precaria situación. Vemos también los lazos deteriorados con su familia más próxima, no obstante, de entre ellos surgirá el personaje de su nieto Otto (Amos Brotheus) quien aporta a su abuelo la vitalidad y vigencia que Olaf nunca contempló para sí mismo. Ese “quemar todas las naves” es también un giro de tuercas para sacudir su imagen frente a dicha familia. Es la historia de quién se juega el todo por el todo, a una edad donde se espera que eso sea inviable.
El artista anónimo nos despoja de la aversión que tenemos a la tradición, incluso a la narrativa, y la música por la que el Director se decanta. La confianza en sí mismo de parte del viejo Olaf, más una dosis de destino favorable, son puestos en pantalla para que el espectador se cuestione la muda aceptación de los cambios vertiginosos que nos hemos acostumbrado a tolerar. Una mejor traducción del título de este film pudo haber sido “una última jugada”. Jugada con las desventajas de la edad, y la precariedad, que confrontan al espectador con la injusticia, como si fuera claro que esta historia es una de tantas que pasan sin mayor miramiento.
El Director Klaus Härö, con esta última película parece definir con mayor claridad los temas que lo llevan a su mejor potencial productivo. Especialmente con Cartas al padre Jacob del 2009, y El último duelo del 2015 nos lleva de la mano a temas como la sabiduría de la vejez, la redención, y los precarios hilos comunicantes entre generaciones que han vivido momentos de la historia distintos.
El artista anónimo
por Alba Laura Bojórquez