La poesía de José Ángel Leyva, la fuerza evocadora

 Por Teresa Amy

Primero conozco la poesía de José Ángel Leyva y luego, recién, me entero de algunos datos de su biografía. Que nació en Durango, México, en 1958, de donde resulta, con precisión aritmética que no tenía más que diez años en la ebullición del 68. Es curioso ya que de ese tiempo podría hablar uno de sus versos: «Nos da a morder su aroma/ nos comen sus delicias». Por eso tal vez es que la poesía debe mirarse sin otros filtros.

     Así la miro, entonces. La siento más que fuerte, poderosa. Me conmueve “Hermano padre”, así como “Silvestre Revueltas”. Me sorprende la calculada virulencia de “El espinazo del diablo”, me refiero al poema, pero también al libro, obra por demás magnífica. De ahí procede el verso citado líneas arriba. Como bien dice la introducción de Duranguraños, que recopila parte de su poesía: «La geografía imposible del alma está dibujada aquí…»  Sigo con Duranguraños entre mis manos, internándome en sus páginas. Veo que “El alacrán” es una pieza de alta poesía, muy lograda, que me hace pensar como en una pintura evocadora. El poder evocador de la poesía. Aquí el poema se libera de la intención el autor y se vuelve una evocación de los alacranes que yo veía en una casita de piedra y cal que tuve en el medio de la nada, en una de nuestras playas más alejadas, muy al este, en un barranco sobre el océano. Allí entre unas piedras, pero adentro de la casa, vivía una familia de alacranes, a los que yo les temía con todo horror, por supuesto, pero a los que terminé acostumbrándome. Y los observaba, con sus pequeños hijos. Como si de ellos hablara sigue diciendo José Ángel: «Es la piedad herida de impotencia/amargo aguijón de la ternura». Hermosísima imagen, al igual que todo el poema, uno de mis preferidos en ese libro. El final resulta magistral: “No habrá culpa ni dolor/ de haber ganado el tiempo/ en cada trozo del amor materno”.

     El libro se llama Duranguraños y también “Duranguraños” se llama uno de los textos que lo integran. Ese poema me estremece con su tenor emotivo de las evocaciones. Es algo que aparece en muchos poemas de la recopilación, pero allí, en ese poema, me hace detener. Al pensar un poco más en qué es eso que evoca en mi memoria poética, llega el nombre de Boris Pasternak. El poeta ruso le dice, en una de las cartas de julio del 26, a Marina Tsvietáieva: «Dios, cuán hondamente amo todo lo que no fui y no seré…»  La fuerza y la dulzura, pero la desolada fuerza de Pasternak, aunque en el caso de José Ángel con la vitalidad de la sangre antigua y renovada. Ya no puedo dejar de leer. Cuando evoco lo que he leído, en una pausa, retengo que “Naranjas en la nieve” me ha encantado; también queda la convicción de que un pintor le envidiaría a José Ángel su bellísimo “Parque Guadiana”, tal vez el mismo que pintara el cuadro inspirador… En cuanto a los puentes, es imposible no percibir ecos homéricos que resuenan en “Sangre enemiga” y en “Los escombros del alba”, del libro Los Versos del Guerrero

     En mi mesa de lectura también hay otro libro, ya por fuera de la antología Duranguraños. Se trata de Aguja, bellamente editado por Aullido. Ahí leo “El Dios Murciélago” y de nuevo las evocaciones de experiencias que están fuera del alcance de las intenciones del poeta. Si antes fueron los alacranes, acá es esa pieza precolombina que con tanto temor y veneración vi  en el Museo de Antropología de Ciudad de México. Fue curioso haberme quedado sola en esa sala, sin más visitantes que yo misma, y ver cara a cara el peso de esa presencia, que sólo técnicamente puede considerarse una “pieza” y que en verdad es una encarnación de algo otro, que no siempre se llega a comprender. Ambos libros tienen que ser leídos otra vez, y releídos de nuevo, única manera de leer de verdad poesía. Poesía de verdad, con espesor. Y  una espesura que guarda el alma de las cosas.

 

     Teresa Amy (Montevideo, 1950), poeta y traductora,  se desempeñó como profesora de francés y de idioma español en la Universidad del Trabajo del Uruguay, y siguió estudios de Traductorado en la Universidad de la República.  Actualmente trabaja en la traducción de una muestra de la poesía Macedonia.