La obra lírica de Félix Suárez

Por Marco Antonio Campos

Cada palabra parece estar calculada. Nutrida de epigramistas latinos, se instala en Roma como por su casa y la traslada en versos a cualquier ciudad moderna, de manera que a los romanos antiguos, llámense Lucio o Gelio, Flavia o Lidia, los vuelve nuestros contemporáneos con sus defectos, insuficiencias o su baja moral. En sus epigramas, Suárez sabe combinar hiel y miel, la mano acariciadora y la befa cáustica, la paloma azul y el rostro del cerdo. Lector así mismo de la Biblia, nos da una adaptación personalísima del Eclesiastés: en el transcurso fugaz de la vida sólo conocemos tribulación y abandono, venimos de la nada y vamos a la nada; lujos, sabiduría o gloria son vanidad y, como toda vanidad, inútil. Pero sin duda el sol central de su poesía es el lecho de los amantes, que en el amor es una alegre hoguera y en el desamor un pozo de cenizas. En esta amplia antología encontramos, en esencia, lo que Suárez ha sido siempre: un fino artífice del poema breve, un poeta por los cuatro costados.

 

Félix Suárez, También la noche es claridad, Antología personal, (1984-2015) Fondo Editorial Estado de México, 2016, Colec. Letras, Summa de días. (248 pp.)