La poesía de Eduardo Un ciclo terrenal.

Críticos y poetas que han opinado -en diferentes medios de comunicación impresa- sobre la poesía de Eduardo Cerecedo desde 1992 a 2020:

 

 “Imágenes rápidas, instantáneas como el reflejo del sol en un estanque”

en Cultura de Excélsior, Agustín Cadena.

 

“No podemos negarnos afirmar que dentro de la producción de autores nacidos en los años 60, la poesía de Cerecedo va ganando un lugar privilegiado a base de disciplina y constancia en la calidad de sus trabajos.”

En Cultura de El Nacional, Enrique Franco Calvo.

 

“Pero la atención va hacia los que nacieron del 60 en adelante. Allí se está cocinando la poesía que deberá quedarse. Doy un ejemplo. Me tropiezo con el nombre de Eduardo Cerecedo, también fue mi alumno en el mencionado taller de poesía [ Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM] leo los poemas que de él aparecen. Entre el muchacho cuya escritura examinamos en clase y éste se da un cambio: el de la madurez”. En Sábado de Unomásuno, Federico Patán.

 

“Se observa una de la intenciones más extremadamente deliberadas para hacer coincidir emoción y lenguaje”. En El Universal, Juan Domingo Argüelles.

 

He leído al poeta Eduardo Cerecedo con admiración y afecto, detenida y gozosamente. Rubén Bonifaz Nuño.

 

La poesía de Eduardo Cerecedo es refinada, augura el tiempo que apunta en otro tiempo lo que somos. Gilberto Castellanos.

 

Admiro en él su poética, palabra entrañable, su palabra cercana y extraña de hombre y de ángel de luz. Eusebio Ruvalcaba

 

“Amanecer es el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el día se hace fiesta, así la poesía de Eduardo Cerecedo”. En Sábado de Uno más uno, María Andueza.

 

Se inserta en la tradición de la poesía en español mediante el cuidadoso manejo del estilo y del ritmo interior del poema. José Francisco Conde Ortega

 

“Para Cerecedo la lluvia es el camino, un pretexto para iniciar su viaje al mar que es el renacer”. En Sábado de Uno más uno, Armando Oviedo

 

“Este escritor veracruzano ha explorado una poética del paisaje donde se privilegia la creación de espigadas imágenes. En Casa del Tiempo, Luis de la Peña Martínez

 

… ha venido nombrando las cosas a lo largo del tiempo, necesita decir, mencionar, bautizar lo que le rodea, para poder dialogar con el otro, para ello ha echado mano de la luz. Sergio García Díaz

 

La respiración y el tono poéticos crean una atmósfera de admirable plasticidad que induce al lector a evocar escenarios y a sentir como una presencia oblicua, la voz del mar, el susurro del agua candente.  Gilberto Prado Galán

 

De Trópicos I. Antología personal

De una cosa podemos estar seguros: no es poesía fácil, que halague encarecidamente al oído o los sentidos, que complazca “a la primera”. No es una poesía de complacencias, que se entregue enseguida o venda la trama. Cuando se privilegian los recursos externos, como la rima, los adornos, se está ante una poesía más bien hablada, pero cuando se profundiza en el fondo, llegando a una poesía más reflexionada, se está ante la tentación de incluso dejarla para después meditarla, habitarla. Eso a mí me sucede con la poesía de Eduardo Cerecedo. Carlos Satibáñez

 

 

De Trópicos II. Tu cuerpo como un río, poesía amorosa.

Eduardo Cerecedo es un poeta neto,  sincero, sobre todo consigo mismo. No hay doblez en lo que dice porque lo siente, lo sabe lo padece. Arturo Trejo Villafuerte

 

De Trópicos III. Zoología poética. Eduardo Cerecedo, con fe notarial vuelve desapacible la vida destemplada de lo que, aún en la aparente quietud de sus sobrevivencias y mutaciones hace acto de presencia en lo que todavía nos queda en la aparente quietud de sus sobrevivencias y mutaciones, hace acto de presencia en lo que aún nos queda de salvaje, auténtico. Alfonso Sánchez Arteche

 

De Trópicos I. Antología personal… porque en esas imágenes se ve el mundo, los espacios y la valoración moral y filosófica que de ellos hace el poeta veracruzano y la aproximación estética que logra. Porque en esas imágenes se ve el mundo, los espacios y la valoración moral y filosófica que de ellos hace el poeta veracruzano y la aproximación estética que logra. Josué Ramírez

 

La poesía, de Eduardo Cerecedo donde la casa fluye hacia un interior de metamorfosis incesantes y alcanza la maravilla del sitio universal en que la casa tiene en sus ojos una veladora, y así día y noche y noche y día constituyen unidad justa para decir su pensamiento. José Kozer

 

Gracias a los amigos que me han animado a seguir leyendo, para continuar construyendo el hálito que me habita en cada verso escrito, en cada poema al nombrar las cosas que  mueven mi espíritu. Gracias, aquí mi cartografía espiritual.

 

UNA SELECCIÓN DE POESÍA

PARA LA OCASIÓN

 

CRECE LA LLUVIA

A mis padres

Oigo crecer la lluvia

en el vientre desnudo

de la noche.

A esta hora

que domina el sueño.

 

Crece la lluvia,

moja el vuelo del silencio

fractura de reflejos

inunda la grieta de mi sombra.

 

Crece la lluvia,

la noche avanza

trepa bardas, atraviesa el estero,

desmenuza a la luna en su cauce,

baja a beber de los charcos…

En su primer reflejo

toca el mar.

 

 

PRIMER REFLEJO

 

El viento húmedo

refresca mis huesos

astillados

por la noche anterior,

los jejenes

rasgan la luz de mi sangre

mientras llueve allá adentro.

 

DESAYUNO

 

Tu mirada

huele a vainilla

a café suave

a leche de vaca

a lejanía.

 

FRUTAS DEL GOLFO

 

Cortar anonas

guanábanas

limones y pitahayas

es cortar al medio día

el paladar del sol

en la vainilla

fruto tibio

que unta su ribera

en la naranja

selva de hectáreas dulces.

 

LOS TORDOS

 

Los tordos posados sobre el alba

ennegrecen los árboles de niebla en el malecón.

Diciembre escurre en las ramas del invierno –enfrente-

el río Tecolutla a todo vapor anuncia en el salto de los peces

su corriente. El velador del parque ha sonado su chirrión de mecate,

ahuyentar a los pájaros del alba su tarea.

Los pichos resisten tal intento, el tronido del alba fuga su garganta.

 

 

LAS MAREJADAS

 

En marejadas de niebla

extiende el invierno la lengua

a la luz de la luna,

un mar apacible amarilla

el cardonal del alba,

las hierbas endulzan

el silencio de los grillos.

 

LAS PALMERAS

 

Los cocoteros

sacuden la madrugada de pájaros con viento,

en los vados que mece la luna en el mar de niebla.

Bosques de humedad caen sobre enero,

la mañana rema tímida.

El invierno huele aún a ponche en los resquicios

de las puertas, los tordos todavía

adormilados talan el bosque con sus alas.

 

ATRÁS DEL VIENTO

 

 

A Javier Narváez            

HAY UNA HIGUERA que se fuga a cualquier intento

de ser tocada, en su tronco ha crecido

el viento amarrado

de agua en sus tallos rugosos.

Todo cabe en ella, el sol y la noche; los años

colman sus grietas,

en sus agujeros habla en viento que se desprende

de sus ramas.

Está metida de pájaros su sombra.

 

LA HIGUERA PARECE

Llena, como quien no espera

nada del tiempo

porque todo lo tuvo, o lo tiene.

De sus raíces crece el lago, que más tarde

riega la noche con su niebla.

De cuando en cuando una estrella

en su reflejo la hiere.

 

LA HIGUERA AGITA el día, lo hace brizna, viento,

agua, cerro, bosque;

en sus frutos da la hora para la siembra

de los cafetos,

en sus semillas cruje la tierra que la sostiene.

 

CURVATURAS DE IGUANAS hay en su salitre,

juncos varios en su rivera,

no hay árbol qué no doble su tronco

a su redonda.

Cuando viene el norte un jolgorio en el potrero

la redime.

 

SOPLA EL DÍA prolongando su presencia,

rumor de troncos oscurecen la sombra

henchida de aguaceros.

Los bejucos alcanzan la marea del silencio

que se levanta de la niebla.

 

BANCOS DE LLUVIA modera la noche tras la higuera,

su corteza absorbe mantos de niebla

en el ancla de luz que más tarde

beben los naranjos.

 

DEL NORTE VIENE la oscuridad, cala con su vuelo

las migajas de luna que entreveran los flamboyanes

en sus copas.

Las golondrinas del manglar, un tronco

que guarda el retozo de pepeguas y zancudos.

Aparecen más golondrinas en la hojarasca.

Suena el mar en la higuera, en sus frutos lame

el tiempo.

 

EN LA RIBERA de la noche han crecido de una vaina

trozos de luna en los coyoles,

el trópico riega su tibieza en jicotes de amarillo

vuelo.

Aquí en la rejoya de los grillos

cae la luz

sin más peso que el otoño.

 

CÓMPLICES NOCTURNOS

 

La madrugada orea los edificios en su caída,

el cielo cuelga del único lucero en la mañana

urbana tendida sobre los autos,

que veloces hurgan el asfalto serenado

de mi pulso.

El primer aire de invierno hincha las voces

subterráneas

nacidas  en la cantina de a ochocientos,

la ventana hace más grandes los minutos en la espera

mientras una barca transporta el vacío de mis ojos.

Enrique mira crecer el llanto de “Los peces infernales”

en las fauces de su “Día marino”.

Las cervezas inflaman los sentidos de Seres monumentales,

de Mariano, por donde hombres y mujeres pueblan su delirio.

La conversación ortodoxa, de Armando los delata como

cómplices de crímenes nocturnos. Porque sólo ellos

embriagan la primera luz del silencio.

 

CUARTO CRECIENTE

 

Para enamorarte

o para que me des el sí,

no voy a recurrir

a frases ya muertas por el uso.

No, te enviaré una flor de estación,

adjunto

una prenda repleta de kilates

con tu nombre en relieve;

para, cuando estrujes la rosa

con la suela del zapato y

la dejes a merced de la escoba

tu mano sea quien me salve.

 

PAISAJE CON VIENTO

 

El día se va con el viento, va rumbo al mar.

La luna ha empezado a maquillar la comarca

platanera.

El viento trae el sabor de lebranchas ahumadas

en su soplido,

en la bocana del río se junta la víspera

de cabañuela

con la lluvia primeriza que tiende las velas

a su paso.

El día galopa mar adentro,

en su cabalgar va incendiando las barcas.

 

INSTANTES  MARINOS

Camino por los límites de la tarde, los colores

esparcen su lindero.

El cielo alumbra el zumbido que hace

el papalote.

Con la vista puesta en las casoarinas

se fuga el instante – a lo lejos-, el mar se nutre

de augurios terrenales.

Traídos en canoas con redes de salitre

en los maderos.

 

EL MAR

 

El mar ha bramado desde la madrugada

y mi madre despierta, en vela quema

palma bendita frente a la imagen de los santos

donde la veladora como una torre nos protege

del mal tiempo.

Mis hermanos dormidos de cuando en cuando

se voltean de un lado para otro, mientras yo

escucho los rezos que poco a poco hacen de mi sueño

un árbol de tamarindos cargado de nidos que el viento

esculpe al ton ni son contra los árboles de cedros

como midiendo la dirección del viento.

 

HURACÁN

 

I

 

El día tiembla

al mojarse.

Tiempo de evacuar.

 

HURACÁN

 

II

El huracán ha pasado,

afirma su regreso

en los árboles caídos.

 

HURACÁN

III

Echa raíces de nuevo

raíces tiernas

raíces tibias

raíces frías

raíces templadas

en el manglar.

Entre nosotros es parte

de la corrupción, aquí y allá,

sin importar sus rachas de viento.

 

DE  PÁJAROS

(Natural performance)

 

El cardenal

parado sobre el lienzo de púas

hace visible el límite del potrero.

 

Su rojo volumen

me hace pensarlo: corazón de res

ensartado en la estaca de madera

que los zopilotes agrandan

al otro lado de la cerca.

 

El aroma hace brillar el alambre

que se oxida en una temperatura

ideal para el calor.

 

CARDENAL II

 

Su corazón:

Estaca,

 

que el machete

recupera del árbol

al instante.

 

RAPSODIA  A LA LLUVIA

I

Llega junio con mujeres abundantes, mujeres ovulando, de bocas repletas de grosella,

música su follaje donde el verdor llega hasta lo amarillo del día,

lo abren, se miran en las horas espejeantes. Surtidor de sensualidad desborda el tiempo,

cauce de aromas, el jardín sus piernas. Las piernas brillan con fresca armonía,

también sus cuerpos de hojas llenos para saciar los ojos.

Llega junio y los pájaros son nubes que el viento recoge en la fronda de la tarde, ahora

roja por el mes, abierto por la mujeres que me mueven la memoria: follaje de flamboyanes,

de esa premura de algo.

No venteo nada, percibo claro el río de los tallos, palpando lo rugoso de la espera en este

claro de la página por volverse un saurio en la imagen crecida del lenguaje.

 

II

Algo toca el mar, una luz tierna nace: la espuma, red de levante. Una escarcha de

brisa

deja como escultura el movimiento de la luna.

Llama o flama que las rocas adelgazan hasta hacer de sus cuerpos un filo que ha de cortar

el mediodía con el viento.

Un faro pare la ausencia de la lluvia al incrustar en lejanía,  el correr del agua por los tallos

de las matas de plátano.

El agua también alumbra parte del tiempo que se disgrega por el manglar. Donde la música

apaga el esplendor de gargantas.

Apenas observo la noche en tus ojos, una lluvia se divisa, ahora cielo la noche.

 

III

 

Bajo el mangle  miro como el agua trepa el rubor de la  tierra en élitros, pájaros aíslan

un bebedero que la noche dispersa cuando llueve.

El manglar es una isla que la noche empuja para que la luna empape de peces la marea.

Ahora candelas para entibiar mi corazón.

Arrecia la lluvia, agua por todos lados, por todas partes chorrea el mar su salitre. Aquí

se esculpe la estancia, que me lleva a un solo camino: la infancia. Lámpara que en la noche

una pira por donde asciende la rotación del agua por el golfo.

IV

 

Llegó junio y el cristal por el que veo el tiempo es golpeado por la música de Bach

y sobre

la mesa, la novela de Eusebio Ruvalcaba divide la luz tenue de mi habitación,

que una

veladora adorna con su calor la voz del escritor que bebe un appleton, con agua

mineral y de

hielos repleto.

Salud poeta por, una vez más, aumentar el silencio a la noche. Se va junio con

sus aguas apretadas

en el vientre y un abrazo al de Guadalajara desde esta costa del Golfo de México,

sin mayor pretensión que estas palabras escogidas bajo el cielo de junio

reclamando su nombre.

 

LA CASA       

Yo tuve una casa, un caballo y un arroyo,

también tuve una familia, la casa

que hoy me acompaña se miró en el espejo

de agua de esa corriente.

El caballo tenía una veladora en los ojos,

un panal de miel horneaba su mirada,

ahora se ha ido la familia,

y lo que me queda es fundar otra

en otro campo, en otro clima; el de la memoria

para espolear el temblor de esas aguas

con la que se ha ido a otra parcela

de más agua, en otros ríos. Allí donde  el relincho

me sirva de pañuelo y limpiar mis ojos

con el aire de otro cielo.

 

TERCERA MIRADA

Los árboles aún cargados de pájaros sacuden los restos de niebla que bajo sus tallos escurren, cortinas de verdor comandan el asfalto, vigías de lo húmedo mueven sus follajes, mientras las ramas de la mañana se desbordan con los primeros rayos de sol en las ventanas. Avanza el tiempo, llega junio para mitigar el agua en las alcantarillas de un río que talla la memoria bajo el grito del calor que está por inundar las casas, el clima tala por momentos los minutos, que agrandados por  lo tibio del tiempo granulan la víspera de cosecha.

 

CUARTA MIRADA

El aroma de café aborda por momentos la estancia,  la plaza donde oficia por segundos la selva todavía la altura que la resguarda. Los cafetos traídos en grano de su tierra exploran el olfato de los paseantes, mujeres de buen cuerpo con aromas de gardenias coronan la alegría de saberse miradas mientras hurgan de sonrisas clandestinas  el instante. Llega el mes cargado de agua con la luna, señal de ventura para la mies

qué hará de los molinos su figura.

 

LA NOCHE

I

La noche crece, por momentos

es música y se alterna con el polvo del tepetate.

Oscuro temblor que cae, al treno de violines.

Aquí es blanda.

El vuelo se abre como  la lluvia primeriza de neblina;

soy ese temblor caído en cieno. La luna levanta esa forma

de lumbre en tallos del tiempo. Corre un ligero dolor por

la brizna de la montaña que la noche eleva sobre un verdor

venido a menos. Es noche y alguien bebe sus pasos. La veladora

rebasa el nivel de la sombra reclinada hace un momento en mi

oración.

 

Quien ora canta dos veces,

el silencio encierra la bondad; polvo

en que finca la noche su lejanía de trigos,

tibieza del pan, pescado en la boca.

Por eso la noche suena, es surtidor, calosfríos bajo la lengua,

con ese ritmo blande aún más la piel de gallina en que la música

semeja al puerto, donde habría de guarecer por instantes la noche.

Aquí su nacimiento.

 

 

II

 

Seguir la noche, no es querer alcanzarla, sino pedirla,

sentir la corriente, su envoltura. Abrazarla.

Petrificarse en la

sustancia próxima del limbo, para después comenzar, la oración

hace sentir de nuevo  al que pide.

Ya los consolados sufren el próximo presente, de allí la doble

reticencia de buscar.

Yo busco en la sombras el brillo, la fuerza empuñada por David

sobre la piedra certera en el blanco; pero mi mano continúa

con el temblor de la honda.

La imagen  de la tierra se hace viva en mis ojos.

Pero

la noche avanza, un océano de espejos recobra  del estero

su viaje.

Entre riberas de caudales asienta el tono, que le corresponde

como dadora de cantos.

Para abrir la noche una mujer con las piernas abiertas, sobre

sus muslos la música de violines afelpa la ternura del instante,

la ventana tiene una cauda de remansos, la luna convida

a la voz,

lanza del follaje nocturno una prenda justa

seguir

la noche. Afirmo, esta solvencia es pura voluntad que me viene

de la siguiente manera. La noche. Pedirla.