Santorini

por Óscar Garduño Nájera

Algo se pretende siempre con la escritura. A través de las palabras. Se engañan quienes creen que esto no es cierto y pronto se les nota y caen como soldaditos de plomo. Lo saben quienes se valen de ellas. De las palabras. Lo saben quienes encuentran en ellas, las palabras, un motivo para expresarse. Para encontrar los códigos de la configuración del mundo. Si es que existe una configuración para algo así. Este mundo tan extraño hoy en día y tan difícil de entender. Este mundo tan falto y tan necesitado de poesía actualmente. Eso: expresarse. Quienes se valen de la escritura andan siempre en una incesante búsqueda que jamás culmina. Sobre todo los que se dedican a la poesía. Tantos y tantos poetas. Y, a la vez, un incesante encuentro con uno mismo que corre de manera paralela a la búsqueda. Vuelvo a insistir: sobre todo los poetas. Por eso la magia de la escritura y sus tantos y tantos hechizos entrañables. Me gusta creer que tras de los poetas se esconde parte de los mejores hechizos y que si bien no tienen la capacidad para transformar el mundo, sí tienen la capacidad para conseguir que sea más llevadero, más humano, supongamos que menos triste ahí donde la tristeza no se contiene. Y la poesía es lo que hoy nos trae aquí.

          Supe de “Santorini” (Nieve de Chamoy, 2020) en una faceta previa a la que hoy nos presenta la poeta Vivian Sánchez Barajas y ya desde entonces me parecía una presencia poética demoledora, de esas que no tan fácil consigues quitarte de la memoria porque ocurre ese fenómeno hermoso que por lo regular sólo consigue la buena poesía: te quedas con algunos versos, los traes en los recuerdos, eres capaz de ir por ahí y repetirlos lo mismo que si repitieras el teléfono de alguien o la dirección o el correo electrónico de una antigua novia, y eso, repetir poesía, así sean unos cuantos versos, es uno de los efectos que únicamente consigue la poesía que te golpea como si con un buen martillazo te hubiesen dado, y con la poesía de Vivian me ocurrió, y repentinamente me vi cruzando una avenida y repitiendo, de manera absurda si se quiere, unos versos, tan sólo tres o cuatro, y casi bailando de aquí para allá con su musicalidad y quedé entonces muy sorprendido porque recordé que eran de ella, de Vivian Sánchez Barajas, que ella era la autora y que sin duda tenía que escribir algo acerca de ella y fue cuando la contacté para solicitarle el libro que hoy nos trae aquí, la bellísima, y bien cuidada, edición que la editorial Nieve de Chamoy trae hasta nuestras manos dentro de su colección Bajo Cero.

           Hay que hacer algunas precisiones respecto a la poesía de Vivian y de “Santorini”. Se trata de un poemario cuya voz poética de inicio se abre para buscarse a sí misma y encontrarse, o al menos intentar, a través de una serie de confesiones que tienen como epicentro la geografía mística de Santorini, una de las islas Cícladas en el no menos emblemático literariamente mar Egeo: búsqueda, poesía, encuentros y desencuentros parece ser, de entrada, la difícil receta con la que Vivian traza los primeros cimientos de “Santorini”.

           Sin embargo, esta sería una lectura muy sencilla y con la poesía de Vivian no hay lecturas sencillas porque todo poema tiene un trasfondo, tienes que leer con detenimiento, poner atención a los detalles, no quedarte con la etiqueta clásica y prejuiciosa de que estás frente a “poesía pornográfica” (sé que habrá más de un lector que afirme que así es, lo sé), pues los detalles no están ahí solo de adorno, y si eso es lo que crees te tienes que regresar, volver a leer, quizás y con algo de música de fondo, no lo sé, pero me queda claro que la poesía de Vivian no es tan sencilla como de entrada puede parecer y que necesita de lectores sumamente inteligentes y sensibles.

           La poesía de Vivian pertenece a esa poesía de corte confesional y de autoficción que estuvo en parte tan de moda en la década de los sesenta y que tuvo a sus principales exponentes en las grandes figuras femeninas de la poesía estadounidense. Esto es una poesía que a la vez que canta, cuenta, como en algún momento Octavio Paz lo pide de la poesía en “El Arco y la Lira”, pero que además narra poéticamente, porque la gran mayoría de los poemas de “Santorini” trabajan bajo un espectro narrativo-anecdótico, donde si bien Vivian parte de una anécdota es tan sólo el principio para alcanzar lo que ella quiere: un trabajo supremo de poesía.

           “Santorini” es la geografía del deseo de una voz poética que, como ya señalamos, constantemente se busca entre los remolinos de la carne, del placer, del erotismo y, por qué no, del arrepentimiento. “Santorini” es la geografía donde todo ocurre a la vez que todo sucumbe entre páramos de confesiones, guías que conducen a feroces extravíos, y desvaríos, y pensamientos que juzgan a hombres cuyos rostros  y figuras parecen multiplicarse.

           Dice Vivian: “La vida y los amantes/ se originan en el deseo”, y bajo el peso de estos dos versos bien podría comentarse toda la estructura poética de “Santorini”. A mí, por ejemplo, se me habrían ocurrido, los dos versos, de epígrafe para el libro, pues tanta es la relación con todos los demás poemas de “Santorini”, es como si los dos versos fuesen una daga que atraviesa todo el poemario, al menos desde mi punto de vista, quizás y ni siquiera sea del agrado de la autora, no lo sé, pero me queda claro que nuevamente me llevaré estos dos versos de memoria, que los repetiré en la ocasión menos afortunada y que, cuando ocurra, comprobaré que “Santorini” es un muy buen libro de poemas, de esos que te dejan marcado y cuyos versos (les puedo asegurar que también les ocurrirá a ustedes) se les quedarán estampados en la memoria. Veamos otros ejemplos, por favor: Del poema “El juramento”(pág. 38) “Solo basta que el delgado hilo/ del amor se rompa”. ¿Verdad que se antoja para memorizarlo y traerlo de recuerdo y emplearlo en esas tardes en las que nada queda sino la amorosa tristeza? Uno más del subrayado del libro: Del poema “El visitante” (pág. 69) “Aquí, la soledad/ se estira como las paredes/ de un manicomio”.

           No es raro que Vivian nos entregue un poemario atascado de amantes y deseo, yo le sigo los pasos (porque me parece que es una poeta a la que vale la pena seguirle los pasos) desde su anterior poema, “Borderline y otros poemas” (Pinos Alados, 2018) y sé que las aguas entre las que mejor se mueve Vivian es en este tipo de poesía, una voz poética que aún continúa su búsqueda, y qué bien que así sea para nosotros, los lectores, quienes esperamos aún más poemarios de Vivian Sánchez Barajas.