Con el silencio balanceándose en el patio,
colgaban las calabazas del tejado,
allí, crecían: grandes, verdes;
llegaba julio, y todos las disfrutábamos con leche.
Los limoneros y palmeras nos extrañan
al igual que los mangos y aguacates;
en la cocina el fuego
la atracción de todos en la noche.
La mesa, siempre ocupaba un lugar privilegiado;
en los ahí presentes y como humo
pasaban los olores del pan y el chocolate;
el olor a maíz de las tortillas del medio día.
El corral del ganado al fondo de la casa
guardaba el silencio y algunos mugidos
de vacas y becerros;
las gallinas y sus crías,
entraban y salían alborotadas!
Por las tardes, al caer el sol,
los niños jugaban a “las escondidas”;
corrían y gritaban: ¡a la casa de teja!;
allí, se metían a la troje, y a mi corazón;
¡no los encontraban!
Erasmo Nava Espíritu, Mochitlán, Guerrero, 1950. Poeta y Licenciado en Economía por el Instituto Politécnico Nacional (IPN); obtuvo el grado de Maestro en Ciencias en Planificación del Desarrollo Regional, en el Instituto Tecnológico de Oaxaca, México. Ha publicado los libros de poesía: Oración a los humanos y otros poemas, edición de autor, Ciudad de México, 2002; Cuando los Dioses hablan y otros poemas (de lo cotidiano a lo trascendente), Editorial Garabato, Ciudad de México, 2007; La danza mortal de las Palmeras, Editorial VersodestierrO, Ciudad de México, 2011; y Pasos que rompen la memoria de los años, Altres Costa-Amic Editores, S.A. de C.V., Puebla, Puebla, México.